Casi una Fantasía: El siniestro caso de las doce en punto

El siniestro caso de las doce en punto

Microcuento participante de #MicroFantasy Steampunk.

Autor: Zafir05


El siniestro caso de las doce en puntos.

El aire normalmente pesado por el vapor que desprendían las máquinas andantes ahora parecía puro incluso en el centro de Londres. Kahore anduvo con pasos decididos, el tiempo la apremiaba, apenas faltaban quince minutos para que el gran reloj marcara las doce, el momento en el que el monstruo se desataba.  Ya no quedaba nadie por los alrededores, el silencio resultaba espeluznante para alguien como ella. Una suave brisa soltó uno de sus pelirrojos mechones haciendo que se deslizara fuera de su sombrero de copa, mas Kahore no detuvo su paso. Agarró con sus manos los bajos de su exagerada falda y cogiendo fuertemente aire por su nariz agilizó su paso bajo aquella  tenue noche. Se podían apreciar algunas hojas secas que aún quedaban del otoño, crujiendo ante la menor oportunidad para escenificar la siniestra noche. Kahore vislumbró por fin la mugrosa taberna, con un suspiro de alivio golpeó las veces precisas la maciza puerta.  Grount, el vigilante predilecto de la taberna asomó su único ojo sano por la mirilla. Al ver a Kahore asintió y abrió la puerta con un sordo chasquido.  El corpulento hombre calvo pestañeó con su catalejo adaptativo, formando un gran ojo sobre su nariz, permitiéndole el paso.
“Calor, tapiz, metal, ácido y burbujas” La taberna.  Kahore se sentó en la barra del local, le hizo una seña a Mirta con la mano, “lo de siempre”, observó sus dedos que sobresalían de su guante de cuero con feliz libertad. Mirta se acercó con su jarra llena hasta el borde, Kahore asintió agradecida mientras su mente volaba lejos, una vez en un lugar seguro se permitió relajarse. Una araña metálica pasó correteando por la barra a su lado, Kahore la aplastó con el culo de su jarra, con los dedos la aventó lejos, odiaba aquellos infernales bichos. Mirta le lanzó una recriminatoria mirada antes de acercarse y limpiar la mancha de negro aceite que la araña había dejado sobre la barra. 
A lo lejos, pudo reconocer a Senec y Zetec, las gemelas Cleters, dos hermanas cada una con dos extremidades metálicas. Senec reía escandalosamente mientras agitaba su jarra desbordante con su mecánico brazo. Zetec le recriminaba algo volviendo a juntar las cartas de “Mazú” que tenían sobre la mesa. Kahore suspiró pesadamente, nunca le había encontrado la gracia a aquel arcaico juego de mesa. 
El enorme reloj de engranajes campaneó segando la cháchara en el local, incluso los pequeños insectos metálicos espiradores de vapor  que rondaban las paredes de la taberna parecieron presentir el pánico global. Todo ruido cesó, las respiraciones se cortaron en el momento que el puntiagudo minutero señalizó las doce de la noche, momento reconocido por todo Londres, la hora maldita.  
Un relámpago abrió la vereda, haciendo crujir el frío y oscuro cielo sin estrellas, como si todo el cosmos supiera lo que se formaba en aquel frío castillo de piedra. Proveniente de la torre más alta un escalofriante aullido resonó por todo el lugar. El monstruo era libre. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario